Los glóbulos rojos, blancos y plaquetas forman parte del sistema sanguíneo y celular de todos los seres vivos. En ellos están presentes los neutrófilos, linfocitos, eosinófilos y monocitos. Cada vez que una infección amenaza con deteriorar las funciones básicas del cuerpo, solemos tener los linfocitos altos para crear anticuerpos o simplemente para impedir el efecto de un malestar.
Por fortuna, los médicos reconocerán cuáles son las infecciones que están atacando al cuerpo, porque los linfocitos más afectados saldrán a relucir en un análisis de laboratorio. Así como ocurre con los linfocitos altos, el alto valor de neutrófilos significa la presencia de bacterias o eosinófilos cuando la alergia está atacando en pleno.
La enfermedad por excelencia cuando los linfocitos están muy elevados es la linfocitosis. El sistema linfoide está comprometido cada vez que estos elementos están diseminados por todo el organismo. Corresponde bajarlos lo antes posible para no auspiciar algunos síntomas que más adelante serán reseñados, para la identificación de esta dolencia.
¿Qué significan los linfocitos altos?
Los linfocitos componen un todo sistemático para proteger al cuerpo de cualquier enfermedad. Es una especie de agente inmunitario que entre los valores normales, no existirán preocupaciones, ni dolencias al futuro mediato. Ahora bien, ¿qué significa mantener los linfocitos altos? Un riesgo bastante costoso de contraer todo tipo de infección, sufrir linfocitosis que puede transformarse hasta en leucemia.
La nomenclatura para expresar cuántos linfocitos forman parte del cuerpo es el mililitro (ml). Por ejemplo, la medicina ha establecido que entre 1500 a 4000, que a su vez equivale al 25-30% de todos los glóbulos blancos presentes en el ser humano.
Suele ocurrir que las personas se alarman cada vez que escuchan la palabra “linfocitosis”. Desde luego, es un aproximado a una enfermedad, pero lo que realmente significa es la precaución con otras infecciones relacionadas o con un malestar más agudo como leucemia u otra anomalía en el torrente sanguíneo.
Causas y tipos
Contar con los linfocitos altos no es un diagnóstico médico de gravedad, salvo excepciones, que implican a seres humanos con patologías congénitas o irregularidades en su sangre desde el nacimiento. De resto, estos valores altos son una especie de reacción temporal para combatir diversas situaciones que comprometen la salud, en todo su esplendor.
Las causas que elevan estos elementos del sistema inmune pueden variar muchísimo e incluso, es un proceso engorroso que a través de un análisis resolverá bastantes dudas al respecto. Para profundizar en el tema, las causas están clasificadas en dos tipos de linfocitosis comunes en las personas.
Linfocitosis monoclonal: Cuando la linfa trabaja de manera irregular, propicia que los linfocitos aumenten a niveles exorbitados, muchas veces expresados con varios síntomas de un malestar general. No hay factores externos que produzcan este estado, pero sí es necesario tener en cuenta que a raíz de este tipo de linfocitosis, es que los pacientes empeoran hasta contraer leucemia.
Linfocitosis policlonal: A diferencia del tipo anterior, acá si existen factores externos que provocan el estado elevado, como una infección o alergia clásica. También surgen muchas complicaciones, como en grupo de sujetos que adquirieron el VIH o recién descubren el SIDA a través de un estudio.
Tampoco quiere decir que este tipo es responsable en la proliferación del VIH por el cuerpo, pues también en algún momento complicó cuadros de tos ferina, herpes y rubeola. Hasta en aspectos más emocionales, el estrés, mantiene un vínculo con la fase policlonal, o cada vez que un sujeto está intoxicado por la ingesta de un alimento o sustancia en pésimas condiciones.
En el sistema inmune
Mientras este componente esté en su estado normal, traduce al bienestar tanto en cuerpo como en mente, sin ser víctima de un sinfín de exámenes médicos para determinar si están altos o bajos. Contar con una buena cantidad de linfocitos es beneficioso para evitar infecciones, pero si la cantidad trasciende fronteras, conlleva a problemas expresados en síntomas complejos, infecciones y dolencias.
Los linfocitos más conocidos son los B, T y las células nulas, que no tienen gran presencia en el cuerpo, pero que apoyan el trabajo de las anteriores. Estas células actúan como una especie de “hermandad” es decir, que unen fuerzas para nulificar la médula infecciosa que es ajena al cuerpo. Del mismo modo, conjuga esta labor con otra sustancia producida por el mismo sistema inmune para atacar.
Con la síntesis de los anticuerpos nacen los antígenos, así como los fagocitos o linfocitos NK, que son muy capaces de lidiar con la presencia de infecciones de todo tipo, hasta ahuyentar la posibilidad de contraer alguna de ellas. Afortunadamente, los linfocitos tienen una memoria de almacenaje con ayuda de los antígenos, para rechazar cualquier introducción de células malignas que respaldan las infecciones.
¿Cómo se bajan?
El primer indicio que los linfocitos están bajando es cuando el virus deja de tener efecto en el organismo. Lo mismo ocurre cuando la infección está en su última fase, mientras la persona se está recuperando de todos los malestares que sufrió. Apenas tiende a durar de 7 a 10 días, pues se trata de un padecimiento temporal. No ocurre lo mismo con los infectados con VIH, pues viven con los linfocitos altos de por vida.
Es significativo tratar todas las enfermedades subyacentes a la linfocitosis, pues allí está la respuesta de cómo bajar los linfocitos altos. Antes de sufrir una variación irregular, o síntomas más complejos, es preferible acudir al médico para la respectiva valoración.
Quizá algunos antivirales o antibióticos salgan a flote como tratamiento principal, porque ayudan a ajustar los linfocitos hasta permanecer los más esenciales para el buen funcionamiento del sistema inmune. Si los anteriores no han disminuido los linfocitos, es momento de utilizar el metotrexato o esteroides. Los dos tienen una propiedad inmunosupresora que reduce todos los valores a lo estándar.
El paciente debe prestar mucha atención con algunos de estos tratamientos, debido que pueden representar una contraindicación ante el origen de la alergia. La epinefrina es una alternativa un tanto extrema, pero funcional para lograr el objetivo. Finalmente, el último tratamiento es el más sencillo para la mayoría: realizar dietas, establecer rutinas de ejercicios e hidratación constante para mejorar la calidad de vida.
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