Los linfocitos son un constituyente importante en el sistema celular de los seres humanos. Hablando de porcentajes, aborda entre un 20-25% de los leucocitos circulantes. Tienden a viajar por todo el cuerpo, pues son células polimorfas que están en el frotis sanguíneo.
El núcleo es completamente redondo, mientras que su tamaño oscila de los 8 a los 10 μm. Quizá es uno de los componentes más importantes de los linfocitos, gracias a una presencia indispensable de heterocromatina, una entidad que está retirada de su centro. En otras palabras, es un dispositivo periférico que cumple funciones puntuales en el medio celular.
No siempre se está en presencia de linfocitos del mismo tamaño (8-10μm) porque además los hay en proporción media (12-15μm) y grandes (15-18μm). Cada una de ellas posee un citoplasma en una tonalidad azul con rasgos pálidos. Todos ellos son periféricos, con una cantidad generosa de mitocondrias.
Tipos de linfocitos
Los linfocitos están clasificados en tres categorías bien diferenciadas: están los de tipo B, T y aquellas células que son consideradas como “nulas”. Visualmente no hay una manera de diferenciar su morfología, a menos que se realice un estudio inmunocitoquímico, para ver las particularidades que separan sus características.
Para hablar en concreto, hasta un 80% del sistema celular está compuesto por linfocitos de tipo T. El 15% restante está conformado por los de tipo B y un porcentaje muy reducido corresponde a las células nulas. El ciclo de vida de los linfocitos también es distinto. Por ejemplo, los T son capaces de vivir por muchos años, mientras que los B mueren a los pocos meses de su formación.
Funciones de los linfocitos B y T
Aunque los linfocitos B están marcados por una gran ausencia, en comparación con los T, tienen una responsabilidad crucial en el sistema inmunológico regido por los anticuerpos. Los T también trabajan este apartado, pero con la ayuda de las células. En general, ninguno de estos linfocitos inciden directa e indirectamente en el tejido celular, pero sí en el trabajo correcto del sistema inmune en todos los seres.
Siempre están migrando de un sitio a otro, siendo un aspecto positivo para el organismo, pues el linfocito busca ser competente desde otros compartimientos celulares. El transporte de los linfocitos B es muy complejo de estudiar, porque al llegar a su destino, residen en zonas desconocidas de la médula ósea, mientras que los T se ubican en la corteza.
Cuando adquieren cierta independencia, los linfocitos salen de su zona de confort o de los lugares de maduración para migrar a otras zonas. Cuando llegan al sistema linfoide, sufren de mitosis para producir más células clonadas.
Estos clones responden del mismo modo como lo haría un linfocito común. Cuando logran su estado máximo de estimulación, hay dos sub-poblaciones de estas partículas:
- Están los linfocitos de memoria (ambos identificados como linfocitos T de memoria y B de memoria). No están involucrados en el sistema inmunológico de los seres humanos, pero sí están estrechamente ligados con los clones producidos por la estimulación. Los clones forman la “memoria inmunitaria” capaces de una división celular óptima.
- Las células efectoras (que son los clásicos linfocitos B y T) tienen mucho que ver en la preservación del sistema inmune de las personas en todos los sentidos. A continuación, se explicará con más detalle las funciones de estos componentes efectores.
Células efectoras
El rasgo que identifica a cualquier célula efectora es la inmunocompetencia, hasta eliminar todo rastro de antígenos o células nacientes por una enfermedad o virus. Los de tipo B están relacionados con los anticuerpos, muy bien diferenciados de otros elementos plasmáticos que residen en el sistema.
Los linfocitos T tienen algunas diferencias notables con los B, no sólo en sus funciones sino además en su subcategoría, porque están los T citotóxicos, los t citolíticos o bajo el nombre de citolíticos naturales.
El accionar de estos linfocitos es un tanto agresivo, pues se acerca a todas las células dañinas hasta destruirlas en su totalidad, con el propósito de recuperar el terreno perdido en el sistema inmune.
Células nulas
Son las que menor participación tienen en el sistema inmune, pero al tener un pequeño rol representativo, lo hacen de manera eficiente. En el organismo están las células madres circulantes, que dan paso a la formación correcta de la sangre. A su vez, están los mismos linfocitos citolíticos que aniquilan los virus entrantes para mejorar la salud.
Enfermedades asociadas
Si bien es cierto que los linfocitos son útiles para acelerar el sistema inmune ante cualquier daño corporal, también auspicia la aparición de linfomas (una especie de cáncer de linfocitos o tumores de rasgo no cancerígeno). La presencia de los linfomas también tiene sus propias categorías, como la enfermedad de Hodgkin y la enfermedad no hodgkiniana. El primer caso representa un 25% de los linfocitos afectados que pasaron a ser linfomas un tanto nocivos para la salud.
La segunda enfermedad posee una cantidad mucho más elevada, hasta el 75% de linfomas que intervienen en el sistema celular. El síntoma que acompaña en ambos casos es la inflamación de los ganglios linfáticos, sin existir un dolor insoportable, sumado a sudoración y malestar.
Enfermedad de Hodgkin: Los pacientes más vulnerables a este padecimiento son los adolescentes que están entrando a la etapa de la adultez o aquellos que están por cumplir los 30 años de edad. El tiempo máximo de aparición es en sujetos sexagenarios o mujeres que experimentan con la menopausia. Su origen está en el ganglio linfático, pero oscila de ganglio en ganglio hasta generar malestar.
Hay una proliferación de linfomas en el hígado, bazo, intestinos y médula ósea. Por su parte, el tamaño de los linfocitos B es tan prominente que produce las células clonadas de Reed-Sternberg, que son idénticas al instante cuando son estudiadas en procesos médicos.
Enfermedad no hodgkiniana: Afecta a la población que roza a la tercera edad o que ha cumplido los 50 años. Los linfocitos B son los más afectados en la mayoría de los casos, sin embargo, los T no están exentos de sufrir algún daño a lo largo del ciclo vital. Puede tardar muchos años en expresarse, con cierta peligrosidad si ataca zonas sensibles como el sistema nervioso.
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